Me fui sin querer, queriendo.
- Joselin Barrios
- 17 ene 2019
- 3 Min. de lectura
Hace un año mi vida dio un giro rotundo, el objetivo por el cual estaba trabajando seis meses atrás dio sus frutos. Irme de Venezuela, no a pasear ni por turismo. Me fui de mi país buscando un sueño.
El sueño de vivir. Vivir sin miedo a caminar en la calle, el sueño de ir al supermercado buscando un kilo de arroz y encontrarlo, el sueño trabajar y sustentarme con la recompensa de ese trabajo, el sueño de encontrar una medicina para un familiar. El sueño de vivir una vida normal.
Los que me conocen saben que nunca quise irme de Venezuela, mientras otros solo pensaban en eso. Creía que las cosas podían cambiar y aún lo sigo creyendo pero sé que no será pronto. A pesar de la situación quería seguir trabajando por hacer un país. Pero me decepcioné y no soporte ver tanta injusticia.
Me fui de mi casa, sin tener una idea remota de cuando regresaría. Me despedí de mis padres y de mi hermano sin saber cuándo volvería verlos. Me fui, me fui y ha pasado un año sin aún saber cuándo voy a volver.
Podría nombrar a todas las personas, lugares y recuerdos que dejé en Venezuela pero no acabaría de escribir eso hoy. ¿Cómo resumir 24 años de vida en un texto? ¿Cómo explicarles lo que viví, sentí, lloré y reí en 100 líneas? Es una vida la que dejé para construir una de nuevo sin estar preparada para eso. En realidad nadie lo está y hoy en día son millones de venezolanos como yo, que lo dejaron todo por una vida mejor.
Estos doce meses han sido de pruebas y enseñanzas. No existe manual para emigrar y las experiencias de amigos que han pasado por lo mismo antes que yo, tampoco son referencia fiel de lo que se puede esperar. Sólo hay que hacerlo, confiar en Dios y esperar siempre lo mejor, porque lo peor está en todas partes.
Viajé doce días en ocho buses. Desde Caracas hasta Santiago. Jamás pensé que tendría la valentía de cruzar medio continente por tierra. Exponiéndome a situaciones que no imaginaba. Con poco dinero y con 2 sacos imaginarios: uno lleno de miedo y el otro lleno de coraje. El miedo que me mostró lo que podría vivir y el coraje que mostró lo que quería vivir. Pero que juntos conforman el equilibrio. Porque sin uno no existe el otro.
Lo que pasó en esos doce días lo escribiré en otra ocasión, pero seguro que lo escribiré.
Todo esto me llenó de orgullo porque fui capaz de hacer algo que veía en otros como una gran hazaña. Comenzar en un nuevo país totalmente desconocido. Con la cabeza gacha porque tenía que guardar mi título y lo que era en Venezuela para conseguir algún trabajo para mantenerme mientras mejoraba mi situación. Allí trabajé la humildad y la paciencia. No sabemos de lo que somos capaces hasta que las ganas se apoderan de nosotros y nos hace tomar decisiones importantes y arriesgadas.

Después de este año de transición puedo decir que tomé una buena decisión. He podido cumplir con uno de mis objetivos que es ayudar económicamente a mi familia y eso me da un poco de tranquilidad. Quisiera tenerlos conmigo pero es más complicado de lo que parece. Espero pronto estar con ellos.
Sin más que decir por ahora, a todas las personas que me ayudaron antes, durante y después de mi viaje ¡Gracias! Por darme ánimos, confianza, apoyo y cariño cuando más lo necesité.
Tú que me lees, seguro tu historia es parecida a la mía. Quiero conocerla, deja un comentario.
Si te gustó esta publicación, házmelo saber con un like y compártelo para que llegue a más personas.
Gracias por pasarte por aquí.
Cariños, Joselin.
Comentarios