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Creer, perseverar y alcanzar.

  • Foto del escritor: Joselin Barrios
    Joselin Barrios
  • 25 dic 2018
  • 3 Min. de lectura

Estas tres palabras me han acompañado a lo largo de mi vida en silencio, pero en momentos de emergencia gritan en mi cabeza para sacarme del hoyo en el que estoy metida. En diferentes momentos me he sentido perdida, sin rumbo y sin encontrarle un sentido a mi vida. Por diversas situaciones me he visto en esos momentos de emergencia donde toco el fondo y me tengo que agarrar de las virtudes que me puedan ayudar a superar ese momento.


La última vez que eso sucedió fue hace poco tiempo cuando entré en un proceso de depresión por sentimiento de vacío personal y espiritual. El ambiente en el que estaba rodeada estaba cargado de chismes, rencillas, cizañas y demás sentimientos y actitudes tóxicas en las cuales yo no estaba ligada directamente pero formaba parte de ese círculo vicioso. No vi mayor problema en esa situación hasta que mi vida personal entro en ese círculo y se volvió parte del menú de dimes y diretes de aquel entorno.


En aquel tiempo me sentí muy afligida, estaba pasando por una situación familiar muy dolorosa y comenzaron rumores sobre mi vida sentimental que no tenían sentido, además de estar en un lugar cargado de malas vibras, pero lo que más me dolió es que personas allegadas a mí, alimentaban mi depresión con comentarios malsanos. Me sentí sola y sin nadie en quien confiar. Estaba atravesando por momentos realmente difíciles. Me encerré en mi dolor y no le conté a nadie porque temía a que no me comprendieran.


Lloré y lloré en la soledad de mi habitación y le pedía a Dios que me ayudara a salir de esa tristeza. Que me devolviera las ganas de comerme al mundo con la que nací. En eso entre en razón y tome la decisión de darle un giro mi vida. Debía cambiar de ambiente, pero eso comenzaba dentro de mí. El problema no radicaba en su totalidad en cómo el mundo exterior me trataba, si no en la forma en la que yo reaccionaba ante aquello que sentía que me atacaba.

Por eso, intenté ser luz en la oscuridad. Comencé a ignorar todo aquello que me contaminaba: quejas, chismes, personas, hábitos, actitudes y hasta pensamientos. Le pedí a Dios que me llenara de compasión y sabiduría para enfrentar el conflicto que tenía. Y comencé a trabajar un ese cambio que quería.


Sabía que el lugar en el que trabajaba no era mi lugar, era un ciclo que debía cerrar para continuar con mi propósito. Así que comencé a buscar otro empleo que me diera otras oportunidades para crecer profesionalmente y que me ayudara en el cambio que estaba buscando. Oré mucho por ese cambió y Dios me lo concedió. Se lo atribuyo a la fuerza con la cual creí que merecía eso y mi perseverancia por conseguirlo. Me mantuve firme porque estaba segura de lo que quería.


Hoy en día no siento que tenga la vida resuelta, pero si me siento tranquila. Diciembre fue para mí un mes de muchas transiciones encontré los que estaba buscando y hasta lo que no estaba buscando también lo encontré, nuevas experiencias, nuevo empleo, nueva ciudad, nueva vida. Pero lo más importante es que en esta nueva etapa no estoy sola.


Todos en algún momento de nuestras vidas nos hemos sentido así, creemos que estamos hundidos y que no podremos salir de allí, pero debemos tomar conciencia de que somos seres humanos y no nos enseñaron en la escuela a creer y trabajar por lo que deseamos, no nos enseñaron a enfrentar situaciones que vulneran nuestra estabilidad emocional, tampoco nos enseñaron a ser compasivo con el de al lado, a medir el poder de nuestras palabras y a preguntar antes de juzgar. Esas cosas las vamos aprendiendo con el tiempo y es la vida la que te enseña con cada prueba, cada experiencia que se te presenta. Ante cada situación sea buena o mala, nunca olvidemos que tenemos que creer, perseverar y alcanzar.

 
 
 

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